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El resurgir de lo ancestral: Uróboros, la oficina penquista que reinventa el Yakisugi

Ene 30, 2025 | Destacados, Diseño de Autor | 0 Comentarios

Desde la cuna del rock chileno, dos arquitectos apasionados han dado un giro inesperado y removido las ramas como una buena canción. Catalina García Arteaga y Mirko Grandón Osses, ambos egresados de la Universidad de Concepción, lideran Uróboros, un estudio de arquitectura que combina diseño vanguardista con tradiciones milenarias.

Desde su fundación en 2019, esta oficina ha revitalizado la técnica japonesa del Yakisugi, un método de quemado de madera que no sólo tiene un impacto estético único, sino también propiedades retardantes al fuego y una sostenibilidad inigualable.

Un inicio con sentido

“Queríamos diseñar algo que nos representara y que dialogara con la historia y el paisaje”, explica Catalina, quien combina su rol en Uróboros con su trabajo en la Unidad de Proyectos de la Universidad de Concepción.

Fue durante sus épocas universitarias cuando descubrieron el Yakisugi y se enamoraron de su potencial.

Mirko recuerda con entusiasmo: “Estudiamos mucho, probamos y fallamos hasta que logramos dominarlo. Nuestro primer gran experimento fue la Casa Suá en el Valle del Itata, un refugio revestido completamente con madera quemada”.

Este proyecto inicial fue puesto a prueba durante los devastadores incendios de Ñuble en 2023, donde las bodegas y viñedos aledaños fueron consumidos por las llamas, pero la estructura revestida con Yakisugi quedó intacta.

“Fue nuestra prueba de fuego, literalmente”, afirma Mirko, destacando cómo este método ancestral demostró su eficacia.

Arquitectura con identidad local

Para Uróboros, el respeto por el entorno y la tradición arquitectónica local es fundamental. En sus proyectos, han reivindicado las soluciones constructivas de la zona, como los techos a dos aguas y los materiales naturales.

“Chile tiene una geografía diversa y desafiante», comenta Catalina. “Nos inspiramos en la arquitectura histórica que respondía al clima y al paisaje, no a tendencias pasajeras”.

Su enfoque también se nutre de referencias internacionales, así como la arquitectura cinematográfica y la arquitectura del contexto. Mirko menciona su fascinación por la arquitectura gótica y nórdica, donde el uso de materiales naturales y el respeto por el paisaje se conjugan magistralmente.

El Yakisugi como símbolo de sustentabilidad

El taller de Yakisugi, parte esencial de la oficina, se ha convertido en un laboratorio de innovación. “Hemos invertido en un horno industrial para estandarizar el proceso y garantizar un acabado uniforme,” cuenta Mirko. Este espacio no solo produce materiales para sus proyectos, sino que también provee a otros arquitectos interesados en incorporar Yakisugi en sus diseños.

El proceso de carbonización es completamente ecológico, utilizando mínima cantidad de agua y potenciando la durabilidad de la madera. Además, han logrado adaptarlo a especies locales como el pino, reivindicando este material tan subestimado.

“Queremos promover la materia prima chilena y demostrar que se pueden hacer cosas increíbles sin depender de importaciones,” enfatiza Catalina.

El ciclo eterno: el significado de Uróboros

El nombre del estudio no es casualidad. Inspirado en la serpiente mitológica que se devora a sí misma, Uróboros representa el ciclo infinito de transformación. “El Yakisugi encarna esta filosofía. Quemamos la madera para renovarla y darle nueva vida,” reflexiona Mirko. Esta misma esencia se refleja en cada uno de sus proyectos, donde el diseño contemporáneo se encuentra con tradiciones milenarias.

Proyecciones y sueños

Con proyectos residenciales, refugios y lodges en diversas regiones de Chile, incluyendo Coyhaique y Ñuble, Uróboros busca consolidar su visión artesanal y sostenible.

“Queremos generar alianzas con madereras locales y diversificar nuestras colaboraciones,” señala Catalina.

Además, aspiran a seguir educando a sus colegas y al público sobre las virtudes del Yakisugi, promoviendo su uso en la arquitectura chilena.

Uróboros es mucho más que una oficina de arquitectura; es un puente entre pasado y futuro, una propuesta que redescubre lo ancestral para crear soluciones modernas y sostenibles. En sus manos, el fuego no destruye; transforma y renueva, iluminando el camino hacia una arquitectura con identidad y sentido.

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