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Estudio Raíz: habitar consciente del paisaje

Jun 3, 2025 | Arquitectura, Destacados, Reportajes | 0 Comentarios

Arquitectura contemporánea y conservación profunda no tienen por qué ser mundos separados. En los proyectos de Constanza Ruiz, cada trazo responde al paisaje, cada decisión técnica nace de un compromiso con la naturaleza. Desde su estudio Raíz y la Fundación Nothofagus, esta arquitecta impulsa una arquitectura de bajo impacto, alta eficiencia y profundo arraigo. Un modelo de diseño que no sacrifica la belleza por la sustentabilidad, ni la naturaleza por el confort.

En un rincón remoto de la Patagonia chilena, donde el viento silba entre lengas y coigües, una joven arquitecta decidió fundar su estudio. Sin contactos, pero con una visión clara: diseñar sin imponerse al paisaje, construir sin arrasar el entorno. Así nació Raíz Estudio, una oficina que hoy, a seis años de su creación, se ha convertido en un referente en arquitectura sustentable y conservación ecológica.

Constanza Ruiz no solo ha proyectado viviendas unifamiliares, hoteles de montaña y planes maestros en territorios frágiles; también ha creado una fundación dedicada a proteger ecosistemas mediante herramientas legales innovadoras. Su trabajo desafía los límites tradicionales de la arquitectura, integrando la escala legal, ambiental y comunitaria al diseño. En su trayectoria confluyen el oficio técnico, la sensibilidad estética y una ética radicalmente comprometida con el territorio.

Este reportaje explora su historia, su metodología y sus apuestas futuras, en una conversación que cruza Aysén, Santiago y Europa, pero que tiene como punto de partida —y de retorno— una sola raíz: el habitar consciente del paisaje.

La niña de campo que soñaba refugios

Constanza creció entre gallinas, árboles frutales y los silencios del campo. Aunque nació en la Región Metropolitana, su infancia transcurrió en una zona rural de La Pintana, al sur de Santiago, en un entorno que aún conserva trazos de la vida agrícola. “Mi típico juego de niña era construir cosas con materiales que encontraba por ahí. Me gustaba hacer refugios entre los árboles, entre las plantas. Esa idea de crear espacios habitables estaba presente desde muy temprano”, recuerda. No es casual, entonces, que su historia profesional se ancle con firmeza en una idea de arraigo, de vínculo vital con el paisaje.

“Siempre me interesó el arte y el diseño. Finalmente, la arquitectura fue ese punto de encuentro”, dice. Hoy, ese punto se ha expandido como una constelación de proyectos que orbitan en torno a un mismo principio: la conexión con la naturaleza, entendida no como una metáfora estética, sino como una ética práctica.

Una oficina en el confín

Raíz Estudio nació en 2019, en Puerto Cisnes, Región de Aysén. En una zona remota, azotada por lluvias persistentes y poblada de frondosos bosques, la decisión de fundar allí una oficina de arquitectura parecía, en principio, contraintuitiva. “Nadie trabajaba el diseño arquitectónico de manera privada. Había mucho de regularizaciones, cosas más funcionales, pero no había una mirada de diseño comprometida con el entorno”, cuenta. Así, Constanza se lanzó a emprender. No tenía redes ni contactos en la región. Pero sí una idea clara: hacer arquitectura sustentable, sensible, profundamente contextual.

“Mi apellido es Ruiz, entonces el nombre ‘Raíz’ tiene un guiño fonético. Pero sobre todo habla de origen, de sostén. De algo que se ancla a la tierra”, explica. Ese anclaje no es solamente poético. Sus primeros proyectos buscaron integrar estrategias pasivas de calefacción, materiales locales y formas arquitectónicas que resistieran las hostilidades del clima patagónico. “En la Patagonia, la sustentabilidad no es un lujo. Es un requisito de supervivencia”.

Para Constanza, la arquitectura parte en el paisaje. Más específicamente, en la lectura paciente del territorio: la luz, el viento, la orientación solar, la vegetación, los ciclos hídricos, el modo en que las personas ya habitan ese entorno. “Cada proyecto parte observando. No puedes llegar con un diseño preconcebido. Tienes que escuchar el lugar”, explica. Esta actitud ha dado forma a una arquitectura que más que imponer, se adapta, se camufla, se inscribe suavemente en el entorno sin competir con él.

Este principio ha sido llevado al límite en la Región de Aysén, uno de los territorios más desafiantes de Chile en términos climáticos y geográficos. “Diseñar en la Patagonia es un privilegio, pero también un ejercicio constante de humildad”, dice. Las condiciones son extremas: lluvias persistentes durante buena parte del año, vientos costeros, nieve en invierno, escasa radiación solar en algunos meses y grandes oscilaciones térmicas. En este contexto, la arquitectura no puede darse el lujo de ignorar el clima; debe aliarse con él para lograr habitabilidad.

Uno de los pilares del enfoque de Raíz Estudio es el uso de la luz natural como recurso térmico y emocional. “La luz escasea, entonces hay que capturarla y canalizarla con inteligencia. Diseñamos con grandes ventanales orientados estratégicamente al norte, no solo para iluminar, sino también para calentar los espacios en invierno”, explica.

Las techumbres son de alta pendiente, tanto para facilitar el escurrimiento de lluvias como para evitar acumulaciones de nieve, lo que reduce la carga estructural. “El clima define la forma. En la Patagonia, el techo es un gran protagonista”, señala.

Otro elemento clave es el uso de materiales con bajo impacto ambiental y alto desempeño térmico. La madera es uno de los materiales más empleados por el estudio. Es noble, renovable, cálida y compatible con sistemas constructivos eficientes. “Una casa de madera bien construida respira, aísla, protege. Y se integra al bosque en lugar de destacar sobre él”, afirma.

La aislación térmica es otro aspecto donde el estudio no transa. “Muchas casas en el sur tienen estufas prendidas todo el día y aún así están frías. Eso es ineficiencia, es contaminación, y es falta de diseño”, critica. Por eso, sus proyectos incorporan aislantes por sobre las exigencias normativas y se cuidan especialmente las ventilaciones cruzadas, los sellos y el control de puentes térmicos para evitar pérdidas de calor sin comprometer la renovación de aire interior.

Con el traslado de la sede de Raíz Estudio a Santiago, la oficina ha comenzado a desarrollar proyectos en la zona centro-sur del país. Aquí, los desafíos cambian. La luz ya no escasea, sino que sobra. La ganancia solar puede volverse un problema si no se controla. En este nuevo contexto, el diseño debe responder con otras estrategias: celosías, aleros, corredores, patios sombreados y vegetación como membrana térmica natural. “Ya no se trata de captar calor, sino de disiparlo. Hay que pensar en materiales que mantengan fresco el interior, como el adobe o los muros de tierra cruda”, señala la arquitecta.

El paisajismo adquiere aquí un rol central, no como decoración, sino como herramienta térmica y simbólica.

“Nos interesa diseñar con el suelo, con las especies vegetales, con los ciclos del agua. El paisaje es parte activa del sistema habitacional”, afirma.

En proyectos recientes en Paine, por ejemplo, se han integrado bosques comestibles, huertas y corredores de árboles nativos que no solo dan sombra, sino que aportan biodiversidad y belleza al conjunto.

De esta manera, Más que seguir un estilo visual definido, los proyectos de Raíz Estudio desarrollan una estética que emerge desde el lugar mismo. No hay formalismos importados ni tipologías repetidas. Lo que hay es una coherencia silenciosa: casas que se alinean con las curvas del terreno, que abren sus vistas hacia un valle o se cierran contra el viento, que usan la madera sin maquillarla, que dialogan con el entorno desde el respeto. “Diseñamos arquitectura que no compite con el paisaje. Que lo celebra”, dice Constaza.

Esta actitud no significa ceder calidad o belleza. Por el contrario, la belleza es uno de los motores de su trabajo, entendida no como ornamento, sino como una emoción profunda que surge al habitar un espacio coherente con su entorno. “La arquitectura debe emocionar, pero también debe proteger. Y eso solo se logra si está bien anclada al lugar donde nace”, concluye.

En un momento en que muchas arquitecturas imponen un lenguaje globalizado y desconectado del contexto, el enfoque de Constanza ofrece una alternativa profundamente anclada en lo local. Una arquitectura de lugar, de clima, de raíces. Una arquitectura que no solo se construye con planos, sino también con tiempo, escucha y sensibilidad.

Del diseño a la conservación

El año 2018 marcó un giro clave en la trayectoria de Constanza Ruiz. En paralelo al crecimiento de Raíz Estudio, fue invitada a participar en un proyecto ambicioso: el desarrollo de un predio de más de mil hectáreas ubicado en la apartada localidad de Puerto Raúl Marín Balmaceda.

El lugar, conocido como Fundo Los Leones, tenía una historia singular. Fue el primer asentamiento que tuvo Douglas Tompkins —pionero de la conservación privada en Chile— cuando comenzó a adquirir tierras para su visión ecológica en los años noventa.

“Cuando llegamos al fundo, lo primero que sentimos fue una especie de reverencia. El bosque era sobrecogedor, intacto. No podíamos pensar en hacer arquitectura sin partir por preguntarnos: ¿cómo no arruinar esto?”, relata Constanza.

Los propietarios actuales, un grupo de inversionistas extranjeros, buscaban desarrollar el predio inmobiliariamente, pero coincidían con Constanza en que debía hacerse bajo un modelo radicalmente distinto. “El desafío fue: ¿cómo generar un proyecto de vida en la naturaleza sin que eso signifique urbanizarla, fragmentarla o dañarla?”.

La respuesta no fue inmediata. Tras años de trabajo, Raíz Estudio diseñó un plan maestro de bajo impacto, que divide el predio en cuatro comunidades ecológicas, cada una ubicada en zonas estratégicamente escogidas para generar menor impacto ecosistémico. Estas áreas representan apenas un 20% del territorio total; el 80% restante fue destinado exclusivamente a conservación activa, sin intervención ni parcelación.

La lógica espacial del plan se inspiró en patrones naturales: corredores biológicos, pendientes, cursos de agua y tipos de vegetación determinaron la ubicación y tamaño de cada comunidad. “No se trata de poner casas donde nos conviene económicamente, sino donde el bosque lo permite sin alterarse. Es una arquitectura subordinada al paisaje”, enfatiza.
Las viviendas —proyectadas con criterios de eficiencia energética, bajo impacto visual y materiales locales— son parte de un sistema más amplio que incorpora senderos, plataformas de observación, zonas de restauración y conexiones con áreas protegidas cercanas.

Pero el gesto más disruptivo vino del mundo jurídico: la implementación del Derecho Real de Conservación (DRC). Esta figura legal —inspirada en los conservation easements de EE.UU.— permite establecer un gravamen perpetuo sobre un terreno para proteger su integridad ecológica.

“No queríamos que la conservación fuera un discurso bonito. Queríamos que tuviera fuerza legal, que pudiera resistir el paso del tiempo, los cambios de dueño, los vaivenes del mercado”, explica la arquitecto. Cada lote en Fundo Los Leones se vende con un DRC inscrito, lo que obliga al nuevo propietario a respetar las condiciones de conservación establecidas. Entre ellas: límites de intervención, tipologías constructivas permitidas, normas de movilidad, restauración de especies nativas y restricciones de uso.

Para Constanza, este tipo de enfoque no solo representa una evolución profesional: “Es un cambio de paradigma. Desde la arquitectura podemos proteger territorios, no solo intervenirlos. Es diseñar para conservar, no a pesar de conservar”.

Nuevo paradigma: La Fundación

Con el avance del proyecto Fundo Los Leones, Constanza Ruiz y su equipo enfrentaron un nuevo desafío: ¿quién velaría por el cumplimiento del Derecho Real de Conservación? ¿Quién fiscalizaría que los nuevos habitantes del bosque no rompieran el delicado equilibrio diseñado en el plan maestro?

Así nació la Fundación Nothofagus Conservación, una entidad sin fines de lucro que cumple un doble rol: actúa como garante legal de los compromisos de conservación establecidos en los DRC, y al mismo tiempo como plataforma activa para promover un nuevo modelo de desarrollo rural sustentable en Chile.

“La fundación no es solo un instrumento legal. Es también una brújula ética. Su misión es guiar y acompañar procesos de asentamiento humano en zonas naturales, desde una mirada integral que combine conservación, comunidad, paisaje y cultura”, explica la profesional, quien cofundó la organización junto AyR consultores, oficina dirigida por César Gaete, especialistas en derecho ambiental y conservación.

“Queremos que los habitantes de estas zonas no sean turistas perpetuos, sino miembros activos de una comunidad que valore y proteja su entorno”, señala.

Este enfoque se basa en cuatro pilares fundamentales:

Conservación activa: no solo evitar la intervención, sino también restaurar ecosistemas degradados, reforestar con especies nativas, proteger cursos de agua y monitorear biodiversidad.

Diseño sensible: trabajar con arquitectos y urbanistas para crear soluciones habitacionales de bajo impacto, energéticamente eficientes y armónicamente integradas al paisaje.

Vínculo comunitario: fomentar la relación con comunidades rurales cercanas a los proyectos, generando beneficios compartidos y alianzas productivas, turísticas o culturales.

Educación y conciencia: promover la educación ambiental, la formación en prácticas sustentables y la participación de los nuevos residentes en la protección del ecosistema.

A diferencia de otras organizaciones conservacionistas centradas exclusivamente en áreas silvestres protegidas, Nothofagus Conservación apuesta por un modelo mixto: conservación privada vinculada a proyectos habitacionales o productivos, con fuerte énfasis en la planificación de usos de suelo y gobernanza ecológica. “No es necesario elegir entre vivir en la naturaleza o protegerla. Se puede hacer ambas cosas, pero con reglas claras y con un compromiso profundo”, afirma la fundadora.

Hoy, la fundación está expandiendo su alcance. Ya asesoran nuevos proyectos en zonas como el Maule, la Araucanía y los alrededores de la Región Metropolitana. En cada caso, el enfoque es personalizado, pero el objetivo es el mismo: evitar la expansión inmobiliaria descontrolada en áreas rurales, reemplazándola por modelos de ocupación regenerativos y duraderos.

Constanza lo resume con convicción: “Queremos cambiar el estándar. Que cuando alguien piense en comprarse una parcela en el bosque, no piense solo en vista y metros cuadrados, sino en cómo aportar a ese territorio. Que entienda que habitar en la naturaleza también es una forma de responsabilidad”.

De su laboratorio en Paine a Europa

Aunque su corazón sigue en la Patagonia —y viaja regularmente al sur— la nueva base de Estudio Raíz en Santiago le permite expandirse hacia el centro del país.

Uno de los espacios donde está experimentando con mayor libertad es la parcela de una hectárea en Paine, donde viven sus padres, donde está desarrollando un pequeño laboratorio de paisaje y explorando cómo integrar permacultura y arquitectura en un solo sistema estético y productivo.

Además, se está preparando para cursar un posgrado en Europa, enfocado en sustentabilidad, paisaje y conservación. “Siento que es el momento de aprender nuevas herramientas. Quiero traerlas de vuelta, integrarlas al estudio, a la fundación. Y seguir creciendo”, afirma.

Hablar con Constanza Ruíz es una experiencia que desarma clichés. No es una arquitecta que impone formas, sino que escucha territorios. No se presenta como visionaria, pero su trabajo está marcando una ruta clara: una arquitectura de raíces profundas, atenta a la escala, a los ciclos naturales, a la belleza.

“No se trata solo de diseñar casas. Se trata de imaginar formas de habitar el mundo que nos ayuden a reconectarnos con la naturaleza. Mi sueño es ser parte activa de ese cambio”, concluye para presentar a continuación algunos de sus proyectos destacados.

Casa Arrayán (2023)

Tipología: Vivienda Unifamiliar

Materialidades: Panel SIP – Acero – Madera

Área: 246 m2

Ubicación: Puerto Aysen

Fotografías: Constanza Ruiz

El encargo consistió en el diseño de una vivienda para una joven pareja que comenzaba a formar su familia. El proyecto se emplaza en un terreno de aproximadamente 2 hectáreas, ubicado en el sector conocido como El Pangal, a 8 km de la ciudad de Puerto Aysén.

La casa se orienta hacia el norte, al borde de una pendiente pronunciada, abriéndose mediante grandes ventanales que enmarcan el imponente paisaje del bosque templado lluvioso siempreverde.
La estructura principal se compone de paneles SIP y madera, incorporando refuerzos de acero en aquellos sectores donde era necesario cubrir amplias luces, lo que permitió generar espacios interiores generosos y continuos.

El revestimiento exterior combina madera termotratada y siding de fibrocemento en tonos opacos, logrando una integración sutil con el entorno natural sin competir con él.

Casa Paine (2025)

Tipología: Paisajismo – Permacultura

Área: 1 há

Ubicación: Paine, RM

Fotografías: Constanza Ruiz

Casa Paine nace como un proyecto profundamente personal, que explora lo que significa habitar el campo y llevar una vida en sintonía con los principios de la permacultura. Concebida como un laboratorio paisajístico, la propuesta integra espacios de descanso y recreación con elementos propios del mundo agrícola.

Piscina, quincho, huerta, bosques comestibles, canteros de flores y cactarios coexisten en armonía, configurando un experimento vivo donde diseño, estética y naturaleza se entrelazan para redefinir la experiencia del habitar rural.

Casa Paine no es solo una vivienda: es una invitación a reconectar con la tierra desde una mirada sensible, funcional y sustentable.

Casa Ciprés (2021)

Tipología: Vivienda Unifamiliar
Materialidades: Panel SIP – Acero – Madera
Área: 110 m2
Ubicación: Coyhaique
Fotografías: Cristopher Yáñez

El encargo consistió en diseñar una vivienda compacta, de no más de 110 m², para una familia de seis personas. El programa debía incluir estar, cocina, comedor, un dormitorio en suite, oficina y tres dormitorios para niños, lo que implicó un diseño altamente eficiente y optimizado en cada metro cuadrado.

La propuesta se materializa en dos volúmenes, uno de ellos en segundo nivel, donde cada espacio ha sido aprovechado al detalle.

Ubicada en la zona rural de Coyhaique, Casa Ciprés se orienta hacia el norte, con vistas privilegiadas a las montañas nevadas. Se eleva sobre la pendiente inclinada del terreno mediante una estructura de acero, desde la cual se desarrollan todos los muros, entrepisos y techumbres con paneles SIP y madera, garantizando eficiencia térmica y rapidez constructiva.

Casa Ñirre (2024)

Tipología: Vivienda Unifamiliar
Materialidades: Madera – acero – Panel SIP
Área: 180 m2
Ubicación: Coyhaique
Fotografías: Constanza Ruiz

El encargo consistió en diseñar una vivienda para una joven pareja de profesionales, emplazada en el sector rural de la ciudad de Coyhaique. Casa Ñirre se concibe como un refugio contemporáneo que enmarca, desde cada uno de sus espacios, las imponentes montañas que rodean la ciudad.

El principal desafío fue captar la luz del norte sin renunciar a las vistas hacia el sur y el poniente. Esto dio como resultado una vivienda que se transforma con cada fachada, entregando una experiencia visual distinta según la orientación.

Las pronunciadas pendientes de la cubierta permiten evacuar la nieve acumulada en invierno y, al mismo tiempo, facilitan el ingreso de luz natural a todos los rincones del interior. La estructura combina acero y madera, mientras que la techumbre se compone de paneles SIP sobre vigas a la vista, lo que aporta eficiencia térmica y carácter arquitectónico.

El exterior se reviste con planchas metálicas de alta resistencia, adaptadas al riguroso clima de la zona, complementadas con detalles de tejas de fibrocemento. Al interior, el uso predominante de la madera genera atmósferas cálidas y acogedoras, en sintonía con el entorno patagónico.

Casa Luma (2021)

Tipología: Vivienda Unifamiliar
Área: 150 m2
Materialidades: Madera
Ubicación: La Junta
Fotografías: Constanza Ruiz

El encargo consistió en diseñar una casa para una familia de 5 personas, ubicada en medio del bosque siempre verde a orillas de la carretera Austral en las cercanías de la localidad de La Junta.

El principal objetivo era enmarcar las vistas hacia una serie de cascadas ubicadas al oriente de la vivienda, y además mover la menor cantidad de árboles posibles en la parcela. De esta forma, se diseñó una vivienda en forma de L, que tuviera los espacios comunes mirando hacia el oriente y los espacios privados recogía todo el calor del norte.

Debido a la escasa accesibilidad del sector, se optó por construir la vivienda completamente en madera. Para salvar grandes espacios interiores se diseñaron grandes cerchar de manera que dan carácter y cobijo al interior de la casa.

Se puso especial énfasis en el sector de la cocina, que es un lugar esencial para esta familia, y se formuló como el corazón de la vivienda, donde se logran las mejores vistas. Con revestimientos en madera termotratada y en planchas metálicas en negro, se combina resistencia al clima y calidez.

Fundo Los Leones Reserve (2019- Act.)

Tipología: Plan Maestro- Parcelación enfocada en Conservación
Área: 1000 há
Ubicación: Puerto Raúl Marín Balmaceda
Fotografías: Constanza Ruiz

Fundo Los Leones es un predio de más de 1.000 hectáreas, ubicado en las cercanías de Puerto Raúl Marín Balmaceda, en la región de Aysén. Para este territorio se diseñó un plan maestro que integra desarrollo inmobiliario residencial, áreas comerciales, infraestructura turística y zonas destinadas exclusivamente a la conservación del ecosistema.

El proyecto se plantea como una nueva forma de habitar el bosque y lo prístino, desde una aproximación sutil, respetuosa y cuidadosamente planificada. Con un fuerte enfoque en la protección ambiental, y mediante la aplicación de herramientas legales como el Derecho Real de Conservación, Fundo Los Leones Reserve propone un modelo innovador de ocupación del territorio.

El plan contempla la creación de cuatro comunidades ecológicas residenciales, un área comercial de bajo impacto, un lodge turístico y un parque ecológico destinado al resguardo de la biodiversidad, buscando un equilibrio entre desarrollo humano y preservación del entorno natural.

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