Más que terrazas o quinchos, lo que diseña Quinchos Alto Bosque son lugares para estar, reunirse y vivir. Desde Chicureo, reinterpretan los espacios exteriores con precisión técnica, belleza arquitectónica y una atención al detalle que marca diferencia. Esta es su historia y su manera de hacer arquitectura cotidiana.
Hay profesionales que hacen de la construcción un oficio, y otros que la convierten en arte. Carlos Valenzuela Molina pertenece a esa segunda categoría. Ingeniero civil de la Universidad de Chile, con más de cuatro décadas en el mundo de la ingeniería y la edificación, es el alma de Quinchos Alto Bosque, marca registrada de la constructora Ingeniería y Construcción VYM SPA. Hoy, desde la gerencia general, lidera con la precisión de un técnico y la mirada de un visionario un equipo que ha sabido dar identidad a un nicho muy particular: los espacios exteriores en la zona de Chicureo.
«Toda mi vida profesional ha estado ligada a la ingeniería y la construcción. Por años me dediqué a la consultoría, pero justo antes de la pandemia sentí la necesidad de volver a la obra misma. Me reencontré con los cimientos, con el hormigón, con la tierra», dice Carlos, con la voz pausada de quien ha reflexionado su camino.
La empresa renació con él como único piloto al mando. Al poco tiempo, su hijo, Lucas, se sumó al proyecto, aportando frescura creativa y una sensibilidad moderna. Fue él quien ideó el nombre de la marca: «Alto Bosque nace del cedro libanés, un árbol que le encanta a Lucas. Tiene que ver con nuestras raíces árabes, con la nobleza de ese árbol. De ahí vino la idea del bosque, y como la mayoría de nuestras obras eran quinchos, decidimos quedarnos con ese nombre como concepto de marca».

Hoy, Quinchos Alto Bosque se ha posicionado como un referente de diseño y calidad en la región metropolitana norte. No hacen todo, hacen lo que saben hacer mejor. Terrazas, quinchos, piscinas, cierres de logia, ampliaciones y obras complementarias en terrenos exigentes. «Queremos que cuando alguien piense en un buen quincho en Chicureo, piense en nosotros», afirma Carlos.
Un sello que se construye desde la tierra
En el mundo de la arquitectura residencial, diferenciarse es una tarea compleja. «La construcción no tiene mucha posibilidad de innovación desde lo técnico», reconoce Carlos. «La verdadera diferenciación está en la calidad profesional del proceso y la garantía de un buen trabajo».
Aquí entra en juego un punto que los distingue con claridad: el respeto estructural por cada obra. «Nosotros abordamos cada terraza o quincho como si fuera parte de la casa misma. No es un anexo, es una extensión estructural, funcional y estética». Eso implica incorporar conocimientos de ingeniería, modelado arquitectónico, lectura de suelos, y asesoría personalizada.
El proceso comienza con una visita técnica realizada por el propio Carlos. «Recibo al cliente, escucho, observo. Luego, esa información pasa a nuestro arquitecto, quien desarrolla el diseño, define la paleta de colores y realiza la renderización. Así, el cliente no compra a ciegas: visualiza y anticipa con claridad el espacio que construiremos.».





No se trata sólo de «levantar metros cuadrados», sino de crear una pieza coherente con la vivienda original. Ahí está el sello Alto Bosque: la armonía entre lo preexistente y lo nuevo, entre lo funcional y lo bello. Y eso, más que una técnica, es una filosofía de trabajo.
Materiales nobles para sueños duraderos
Una de las prioridades de Carlos es la calidad de las materialidades. «La mayoría de nuestras obras utiliza hormigón armado, estructuras metálicas, porcelanatos, madera, y un material que nos gusta mucho que es el WPC, material compuesto a base de fibras de madera y plástico, que es ideal para revestimientos. También trabajamos con pinturas de alto tráfico, ventiladores para terrazas, y equipamiento completo de quinchos».
Las piscinas, recientemente integradas al catálogo de la empresa, también reflejan este compromiso: «Trabajamos con hormigón reforzado, porque hay que pensar en los sismos. Estamos en Chile, hay que prepararse para grado ocho».
El interés estético no cede frente a lo estructural, pero siempre hay un anclaje en la lógica del habitar. «A veces los clientes quieren algo disruptivo, una terraza metálica en una casa neochilena, por ejemplo. Ahí nuestro trabajo es cuidar el patrimonio arquitectónico de la propiedad, que no pierda valor con lo nuevo. Cada decisión debe sumar, no restar».
Esa fidelidad al contexto y a los materiales nobles convierte cada obra en una extensión natural de la casa, no en una adición improvisada. Y cuando la técnica y la coherencia arquitectónica se alinean, el resultado trasciende: no es solo un quincho, es un lugar donde la vida ocurre.

El diseño como lenguaje funcional
«La arquitectura tiene que ver con la belleza, claro, pero también con el uso. Una terraza debe tener al menos 3,5 o 4 metros de ancho si quieres que funcione bien: que quepa la mesa, el quincho, que puedas circular. La altura es clave también si quieres instalar ventiladores, por ejemplo», explica Carlos.
Cada proyecto, por pequeño que sea, implica una reflexión funcional. Hay casas con pendiente donde hay que construir muros de contención, generar nuevos niveles, escaleras o explanadas. «Lo importante es que el cliente entienda que su espacio exterior es una inversión patrimonial, no sólo una mejora estética».
Carlos es directo al reconocer que el presupuesto muchas veces marca los límites del diseño. «La gente quiere algo que se vea bien, pero también que no le cueste una fortuna. Ahí está nuestro desafío: ajustar diseño, calidad y precio. Si no puedes hacer una terraza mediterránea revestida, hacemos una metálica simple, bien hecha. Pero nunca algo improvisado».
Hay belleza en lo práctico, en lo posible. Y esa es una lección que el diseño de exteriores debe aprender constantemente. La elegancia verdadera está en que el espacio sirva a la vida.

Un equipo que respira oficio
Aunque Quinchos Alto Bosque es una pyme, su estructura es eficiente y comprometida. «Tenemos un arquitecto externo, Loreto que se encarga del marketing, Lucas en la parte comercial, yo en la gerencia general y técnica, un supervisor de obras, un asistente de compras y tres o cuatro maestros de confianza». A medida que aumenta la demanda, el equipo se expande con nuevos trabajadores según la necesidad de obra.
Este modelo permite manejar simultáneamente hasta cuatro proyectos en paralelo sin perder control. «No queremos crecer desbordadamente, sino crecer bien. La calidad es nuestro capital. Cada obra habla de nosotros, incluso años después de haber sido entregada».
La cercanía con el cliente es otra fortaleza. Carlos insiste en hacer las visitas personalmente. No es solo una estrategia comercial: es una forma de conectar con la necesidad real, de aterrizar los sueños. Y eso, en este rubro, vale oro.

Soñar en patios propios
Las prioridades en una vivienda cambian con el tiempo y hoy los espacios exteriores ocupan un lugar protagónico.
«Los residentes buscan una terraza amplia, el cierre de logia, un cómodo mueble para el quincho, las ampliaciones o la piscina. El cobertizo suele quedar para el final. Es un proceso por etapas, que en muchos casos acompañamos durante años.»
Ese acompañamiento es parte del carácter de Alto Bosque. No construyen solo estructuras; participan en el proceso de transformar una casa en hogar. Desde lo técnico, desde el diseño, pero también desde la escucha y la confianza.

Proyectar desde el arraigo
Para Carlos Valenzuela, el futuro de la empresa no está en diversificarse hacia lo desconocido, sino en profundizar su especialidad. «Queremos posicionar a Quinchos Alto Bosque como la marca referencial en la zona nororiente de Santiago. Nuestro sueño es hacer 20 obras al año, manteniendo la calidad y ganando reconocimiento».
Buscan alianzas con proveedores para mejorar acabados y visibilidad. Pero el corazón del proyecto seguirá siendo el mismo: construir con sentido estético y de funcionalidad.
En una era donde los patios vuelven a ser el centro de la vida familiar, Quinchos Alto Bosque ha sabido leer la necesidad del habitar contemporáneo. No hacen quinchos. Diseñan espacios donde se cuentan historias, se celebran encuentros, y el tiempo se vuelve más amable bajo la sombra de un buen techo. Esa es su verdadera especialidad: construir escenarios donde la vida ocurre.
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