Alejado del ritmo acelerado de las oficinas urbanas, el arquitecto Philippe Gamé Hubach construyó desde la costa de las regiones de Maule y Ñuble una práctica que privilegia la coherencia material, el oficio directo y el respeto por el entorno. Una arquitectura que no busca destacar por su imagen, sino por su precisión y permanencia
En los cerros que flanquean la costa de Curanipe, entre el oleaje incansable del Pacífico y los bosques que sobreviven a la estandarización del paisaje, se traza silenciosamente una apuesta arquitectónica, coherente y sumamente sensible. Allí, donde muchos apenas llegan de paso, Philippe Gamé Hubach ha hecho una elección de vida y de oficio. El Fundador de Tregua Estudio, hace una arquitectura emerge de la madera y de las tensiones del entorno con una solvencia que no grita, pero que no necesita hacerlo para dejar marcas.
Tregua Estudio es una oficina de arquitectura ubicada en la costa del Maule, en la localidad de Curanipe y se ha consolidado como un referente en el desarrollo de proyectos residenciales de madera, con un enfoque técnico, material y territorial que busca integrar el diseño con el entorno y con las comunidades locales.

Philippe es arquitecto de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Nació en Santiago, pero su vida y obra han estado marcadas por una fuerte conexión con el sur de Chile. “Mis papás son de Osorno, así que siempre estuve vinculado a la carpintería del sur. Allá es parte del cotidiano”, explica.
Después de su egreso en 2012, Philippe cofundó la oficina Vientos Arquitectura y acumuló siete años de práctica profesional con múltiples proyectos en Santiago, Viña del Mar, Matanzas y Puertecillo hasta que en 2019 decidió trasladarse a la zona costera del Maule, motivado por una búsqueda de mayor coherencia entre su vida personal y su trabajo, y fundó un nuevo proyecto.
De ahí que Tregua no sea sólo una palabra casual. En un mundo de productividad forzada, eficiencia acelerada y arquitectura como simulacro, Philippe decidió bajarse del tren y construir, casi literalmente, con sus propias manos, una alternativa. “Me fui porque estaba chato de la construcción”, confiesa sin rodeos. “Me empezó a ir muy bien como arquitecto y dije ya, ahora tercerizo la obra. Pero cuando vino la pandemia, las ciudades se volvieron inhabitables. Me vine a vivir a Curanipe, a construir mi casa… y volví a enamorarme de la construcción, gracias a la mano de obra local, muy ligada al mundo rural”.
Lo que vino después fue más que un retorno. Fue una refundación. Una tregua con los ritmos de la industria, con la arrogancia de la metrópolis, con la arquitectura que se piensa para premios antes que para habitar. En su nuevo enclave, Philippe fundó su estudio —y en paralelo, una constructora— con un principio básico: calidad de oficio, desde lo material hasta lo humano.
Tregua Estudio opera como una oficina de arquitectura con una unidad constructora propia. Esto permite controlar todas las etapas del proyecto, desde el diseño hasta la ejecución. “Las alternativas locales de constructoras eran escasas y un poco informales, entonces decidí armar mi propio equipo. Hoy tengo tres o cuatro cuadrillas locales, entre Curanipe y Buchupureo, que trabajan directamente con nosotros”, indica Gamé.
El equipo base está formado por dos arquitectos colaboradores además del personal técnico y de obra. “ Nos reunimos todos los dias con la oficina de arquitectura a revisar los proyectos y luego con la parte técnica en terreno en cada una de las obras»”, explica.
Madera como eje central
La madera es el principal material utilizado por Tregua Estudio. Desde el inicio de su carrera, Gamé optó por este material como lenguaje. No sólo por su belleza o su impronta cálida, sino por su eficiencia, su potencial estructural, su capacidad de ser construida desde la tradición y proyectada hacia lo contemporáneo.
“La madera está viva. Tiene movimiento, comportamiento térmico, se adapta. Y además tiene una huella de carbono mucho más baja que otros materiales”, señala.
El arquitecto realizó un diplomado en madera laminada en PUCV, donde profundizó sus conocimientos técnicos.
“Hoy en día, la prefabricación, el uso de madera laminada, el diseño estructural, permiten reducir márgenes de error y asegurar estabilidad. Es clave entender la madera industrializada como una aliada para mejorar el desempeño técnico de los proyectos.”

Hoy, ese dominio lo ha llevado a desarrollar un sistema de trabajo mixto: estructura primaria con maderas locales, envolventes y terminaciones con productos más industriales, como madera laminada de calidad controlada.
Este sistema híbrido permite equilibrar precisión técnica con economía local. Pero el conjunto es uno: una arquitectura que no disfraza sus materiales, que pone la madera en primer plano, sin adornos que la disimulen ni artificios que la traicionen.
Vinculación con el entorno y diseño pasivo
Uno de los sellos más claros del estudio es el diseño adaptado al territorio. “Acá en la zona costera del Maule y Ñuble, hay viento, humedad, sol. Cada volumen debe responder a esas condiciones. La orientación es clave: buscar el sol, protegerse del viento, generar sombra donde se necesita”, explica.
Además, la lectura topográfica también forma parte del proceso. “Si hay una cuenca, la aprovechamos como jardín protegido. Si hay exposición al viento, usamos la casa como barrera. Todo se analiza: vistas, asoleamiento, pendientes. Nada se deja al azar.”

El diseño pasivo, sin tecnologías invasivas, es una constante. “Buscamos eficiencia energética desde el diseño mismo. Con buena orientación, ventilación cruzada, aleros bien calculados, y aislación adecuada en la envolvente (lo que envuelve la obra y la protege del clima exterior), ya tienes gran parte del confort resuelto sin sistemas complejos.”
Sostenibilidad
La sostenibilidad, en Tregua, no se limita a los materiales. “La sustentabilidad real es mantener trabajo local. No todos los arquitectos están dispuestos a venirse a vivir a un pueblo sin mall ni cine. Pero si uno estudió en la ciudad, tiene contactos, se formó, puede devolver eso a estas comunidades, no regalando, sino generando trabajo digno y formación”, dice Gamé.
Su arquitectura no es la del marketing sustentable. No hay techos verdes decorativos ni “biofilia” de catálogo. Hay decisiones coherentes: madera certificada, mínima huella de carbono, baja exigencia hídrica en el paisajismo, integración al entorno y economía circular real, donde los ingresos quedan en la comunidad. “Es impacto real”.
Esa lógica ha permitido consolidar equipos estables. “Mis cuadrillas ya saben cómo trabajamos. Cada proyecto es también una instancia de aprendizaje técnico para ellos. Así todos crecemos, es una retroalmientación que tiene dos sentidos.”
El oficio está en el centro. No solo en el diseño, sino en cada decisión de obra. “Lo que más me importa es la buena factura y el oficio”, sentencia Philippe. “Y eso no es algo que se pueda delegar completamente. Hay que estar ahí”. Por eso, a diferencia de tantos arquitectos que esquivan el polvo del sitio, él dirige cada proyecto personalmente. Supervisa cuadrillas que ha formado con paciencia durante años. “Son maestros locales, gente de por acá, que ha aprendido conmigo y ha crecido con el estudio, así como yo he aprendido de ellos”.

En términos de recursos, se priorizan especies locales y de bajo requerimiento hídrico en paisajismo, y se evita el uso de pasto. “Piedra laja, arena, corteza, todo lo que se consigue en la zona. El objetivo es dejar el terreno lo más estabilizado posible después de la obra. Sanar la herida que deja la construcción.”
En cuanto al diseño interior, el enfoque es arquitectónico. “Diseñamos los muebles, cocinas, clósets, todo en obra. El mueblista es parte del equipo. Lo único que no hacemos es la decoración final.”
La proyección es consolidar una arquitectura de calidad en el territorio y la visión de Philippe es clara: seguir desarrollando un territorio que se considera aún poco explorado.
“Esta zona es un tesoro. Tiene paisajes increíbles, vida campesina, pescadores. Pero la mayoría prefiere irse a Pucón o a lugares más masivos. Nosotros queremos entregar un producto de calidad para quienes quieren llegar a formar parte de estas localidades».
Su ambición no es crecer en volumen, sino en profundidad. “Queremos mantener el estándar, seguir siendo serios. Formar parte de un desarrollo territorial con identidad, con técnica y con respeto al lugar.”
Aunque su trabajo ha trascendido el área de Ñuble y Maule —con obras también en la zona central y Santiago—, Philippe insiste en que su norte está donde está su oficina: en los cerros, en la costa, en las cuadrillas que ha formado, en las casas que envejecen con dignidad.
“Aquí hay cultura real: pescadores, campesinos, oficios. No me interesa hacer casas para Instagram. Me interesa hacer casas que duren. Que tengan alma. Que sean parte del lugar”.
Tregua Estudio no es una marca. Es una postura. Y en cada clavo, en cada veta de madera, en cada decisión de obra, esa postura se vuelve arquitectura, como en los proyectos destacados que revisamos a continuación en Rúa Salón.
CASA PULLAY | Cobquecura, Ñuble
Esta vivienda familiar se recubre completamente en ciprés de aserradero local, elegido por su alta resistencia natural. Las lucarnas redondas evocan elementos náuticos, mientras que el interior integra camarotes y mobiliario en obra adaptado para niños.
“Es una casa que tiene ese espíritu de refugio, pero con detalles cuidados. Quisimos usar una madera del lugar, que envejezca bien con la brisa marina”, explica.
Parte del encargo original fue que la casa fuera discreta, por lo tanto se opto por enterrarla, despues de los movmientos de tierra, con esto gano espacio para patios por delante y por detras, buscando el aterrazamiento. Entonces, la casa en vez de emerger del terreno se funde en el. Para eso se construyó una obra civil importante: un muro de hormigon armado a la vista que se une con un radier pulido teñido negro, de esa manera armando un bloque constructivo solido que se forra en madera.
El interior fue forrado completo en madera de Eucaliptus por su calidez y su veteado suave, mientras que el exterior fue revestido con tablas de ciprés, que tienen la cualidad de ser muy resistentes frente a la salinidad y el agua. Además de eso, ,tiene una vejez muy linda pues se tiñe de un tono gris plata.





BUCHUVILLAS | Buchupureo, Ñuble
Este encargo consistió en la restauración y remodelación de una casa en malas condiciones para ser habilitada como vivienda para turismo. Se reutilizó roble reciclado del revestimiento original, se abrieron nuevas ventanas para capturar el paisaje y se diseñaron terrazas que envuelven la casa mirando hacia el estero y la playa.
“La mandante es diseñadora de interiores, así que fue una colaboración muy fluida. Giramos las tablas de roble para exponer el lado envejecido. El conclusión fue muy gratificante.”
El resultado es una casa de lenguaje sobrio, profundamente anclada al paisaje. “Este fue un proyecto especial considerando que la casa original estaba en mal estado, pero emplazada en un lugar hermoso. Trate que toda intervención adicional en el terreno fuera lo más delicada posible para no destruir esa belleza. De ahí la idea de abrir las vistas de la casa más allá del mar, si no que también hacia el río , el humedal y el valle.»







CASA CURANIPE| Curanipe, Maule
Casa Curanipe es una vivienda en 3 niveles, siendo el nivel del medio el principal, sostenido mediante una loza de hormigón pulido sobre madera y una doble altura sobre la cual se supende la habitación principal.
La planta baja sirve como departamento independiente o estudio.
Se opto por realizar los forros exteriores de la casa con tejuela reciclada de techos de galpones del sur de Chile.
Orientada hacia el Nor poniente recibe el calor solar durante el día el cual se captura con la masa térmica de la loza de hormigón manteniendo una temperatura estable durante el invierno.
“Es una casa artesanal, pero bien hecha. Muestra todo lo que defendemos como oficina», dice orgulloso Gamé.





CASA SIRENA | Buchupureo, Ñuble
La vivienda se encuentra supendida en altura para ganar una vista panorámica al mar. Para solucionar el acceso se construyó una rampa larga para una accesibilidad univeral, la cual permite admirar la vista a los valles y a las montañas de la Cordillera de la Costa. Su interior esta compuesto por un gran espacio común y 2 habitaciones, una de las cuales tiene camarotes suspendidos en el aire.
El baño, por otra parte, se arma con celosías que permiten una apertura al exterior y contemplar los bosques y montañas mientras si perder privacidad al momento de la ducha. Se busca así que la experiencia de la casa sea como estar afuera pero con la calidez y la comidad del interior.
Con una aislación exagerada, termopaneles y una buena orientación, la casa logra temperaturas acogedoras aún en los meses más fríos, sin necesidad de calefacción adicional. En verano la ventilacion cruzada hace el trabajo de bajar la temperatura.
“Es una casa liviana, íntegramente en madera y vidrio», agrega.






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