Soledad Johnson se ha transformado en un icono del interiorismo nacional gracias a una estética impactante y diseños marcados por la funcionalidad y fundamentalmente por algo difícil de replicar, captar la esencia de cada mandante. Así ha logrado demostrar que un buen diseño tiene una influencia positiva en la vida de las personas.
La arquitecta interiorista, con paso por la exigente escena estadounidense, ha sabido labrarse un camino gracias a sus claros ideales y una visión inspirada e inspiradora que ha plasmado con su estudio formado hace 20 años y que hoy aborda proyectos tanto en el área residencial como comercial, desarrollados a distintas escalas de intervención.
Sobre eso y más hablamos con Sole en esta entrevista de Rúa Salón.
¿Cómo nace tu pasión por la arquitectura y el diseño? ¿Es algo que partió en tu infancia?
Yo considero que toda referencia al arte me apasionaba demasiado, desde muy chiquitita, todo lo que tenía que ver con la estética, la pintura, todo el mundo artístico me llamaba mucho la atención y me generaba una mezcla de curiosidad y ansiedad, como esas situaciones que uno no sabe muy bien cómo manejar, esa necesidad de querer conocer, aprender, saber más. Me devoraba, por ejemplo, las enciclopedias de arte que tenían mis tías abuelas en sus casas. Siempre fui muy observadora y muy analítica, me daba cuenta de que las personas reaccionaban de una u otra forma porque había algo ahí que generaba esa reacción. Creo que todas esas cosas hoy me hacen sentido para entender por qué decidí estudiar una disciplina que trabaja mucho con la conducta del ser humano, como es la arquitectura.
¿Había alguna influencia en tu familia ¿Alguien cercano ligado a este rubro?
La verdad es que no y creo que por eso también fue muy desafiante, porque en el fondo cada cosa era un nuevo aprendizaje, algo muy personal y autodidacta, lo que me hizo crecer mucho también. Finalmente, la arquitectura me daba esa simbiosis entre lo estético y la conducta humana, que eran las dos cosas que me motivaban.
¿Cómo recuerdas tu paso por la carrera de arquitectura?
Lo cierto es que cuando entré me di cuenta de que lo buscaba, la mezcla entre el esteticismo y su uso en relación a la conducta humana no era tan así, porque otros elementos tenían mucho mayor relevancia a la hora de enfrentar un proyecto, como el entorno, el paisaje, cosas más macro y eso me empezó a hacer un poco de ruido en relación a lo que yo quería desarrollar. A mí me gustaba mucho lo que pasaba a nivel sensorial cuando alguien entraba a un espacio, a mí me atraía mucho cuando trabajamos las escalas menores, me gustaban ciertos arquitectos como Frank Lloyd Wright o algunas cosas de Le Corbusier, donde la medida del ser humano tenía mucho que ver con la forma con la que tú entrabas a desarrollar la arquitectura, pero las formas macro, donde el arquitecto entiende la ciudad desde otra mirada, quizás más urbanística, no era lo que más me llamaba dentro de la constante búsqueda que uno vive a esa edad.
¿Cómo fue tu transición hacia el interiorismo?
No fue nada fácil, en ese tiempo no teníamos ningún referente en la carrera, pero yo trataba de buscar mucho de afuera, trataba de saber qué se estaba haciendo en Europa y tuve la suerte, cuando mi marido se fue a estudiar un doctorado a Estados Unidos, de postular a una oficina de arquitectura que desarrollaba solamente el área de interiorismo. Trabajé ahí durante todos los casi cinco años que estuvimos afuera, y mientras trabajaba, durante las tardes también estudiaba Diseño de Interiores en el Corcoran School of Arts and Design. En la oficina aprendí mucho, porque en la ciudad era muy complejo hacer obras desde cero, en la zona céntrica sólo se podían hacer remodelaciones, entonces el interiorismo estaba muy desarrollado para enfrentar esos proyectos a la más mínima escala, todo muy especificado, era precioso ver lo profesionalizada que estaba el área, que, para mí, en Chile, era casi invisible. Poder trabajar ahí fue una suerte del destino, esas cosas que llegan en el momento justo y sin mucha causa, pero lo aproveché al máximo y pude validar lo que quería desarrollar profesionalmente.
¿Cómo fue la vuelta a Chile tras esa experiencia?
Al principio fue otro desafío, por un lado, estaba embaraza y por el otro, si bien tenía la experiencia, al llegar acá era como partir de cero. Al volver, en el 2003, ya se estaba empezando a desarrollar el área del interiorismo en Chile y me tenía que insertar, pero a la vez era muy distinto a lo que yo había hecho en Washington, entonces me tuve que adaptar, pero lo hice todo muy tranquila, muy relajada, pensando también en que me había transformado en madre y que hay tiempos para todo. Igual arrendé una oficina, como a los 6 meses, empecé a pensar si podía entrar más de lleno al diseño de muebles o bien full interiorismo, fue todo un proceso de exploración, y después de dos o tres años, me di cuenta de que la gente se acercaba a mi oficina más por asesoría en cuanto a los espacios y así finalmente partí con la oficina como está hoy.
¿Sientes que fuiste pionera en el campo del interiorismo en Chile?
Creo que no, lo que si puedo decir es que elementos que hoy son regla y muy valorados y cotizados en el interiorismo, en ese tiempo no lo eran o era vistos como novedad y para mí era algo incorporado, aprendido, entendido y asumido. Para mí, por ejemplo, nunca fue decoración, no trataba de transformar un espacio por mera estética, sino que el interiorismo tiene que ver con la intervención del espacio a través de una dimensión, una forma en que el ser humano va a interactuar con ese espacio, donde entran en juego también la iluminación, la materialidad, la ambientación a través de colores y texturas, etc. no es solamente seleccionar artículos para generar un ambiente. Y en eso la sensorialidad también tiene una relevancia notable.
¿Sientes que ese es el sello de tu trabajo, el enfoque que le das a los temas sensoriales?
De todas maneras. Lo que hoy muchos entienden como neuro arquitectura, yo no le tenía un nombre, pero de alguna u otra forma siempre estuvo incorporado a mi trabajo, siempre tenía claro cómo una persona iba a entrar a un lugar y cómo generar estímulos para que reaccionara de una manera específica, generar experiencias dentro del espacio. Creo que por eso tampoco me he ido mucho por el área de hacer departamentos piloto, porque para mi trabajar un espacio, intervenirlo sabiendo y sintiendo que voy a generar algo dentro del bienestar de la persona que lo va a vivir es el mejor regalo que me pueden dar. Cuando logras transformar la vida de una familia, de una pareja, de una persona a través del diseño es la satisfacción máxima. Lo mismo cuando desarrollas un proyecto en retail o un hotel, qué se yo, cuando logras hacer memorable la experiencia de una persona es impagable, al mismo tiempo que esa persona pueda replicar de cierta forma en su hogar esas sensaciones positivas que genero tu diseño es otro premio. Eso se entendió igual de mejor manera después de la pandemia, se hizo normal el mejorar nuestros propios espacios en vez de pagar por vivir esas experiencias fuera. Se ha ido masificando la necesidad de tener espacios donde podamos desarrollar nuestra cotidianeidad de una manera que nos vaya mejorando nuestro bienestar. Sobre todo, en ciudades tan caóticas donde el desarrollo urbano nos hace vivir estresados el día a día. Nosotros como humanos somos 100% sensoriales y siento que desde esa perspectiva se debe ver el interiorismo, desde esa vereda se deben abordar los espacios, poniendo al ser humano en el centro del dilema.
«En la medida que se entienda cómo el ser humano vive, siente y percibe el espacio se pueden generar las experiencias memorables que uno busca al diseñar»
Por otra parte, tus diseños no están marcados por las tendencias, sino que más bien hay mucho de creación, de diseño de autor.
Sí, siento que eso tiene que ver con mi forma de ver las cosas, con ser consecuente con lo que creo y siento. Creo que las tendencias nos entrampan, he tratado de ser honesta con el tema y no sólo lo he desarrollado a través de ponerlo en práctica, sino que también a través de la línea de muebles. Se trata de trabajar con diseños de autor, trabajar con lo honesto, con un concepto que también valide lo que estamos incorporando dentro de nuestra experiencia.
Creo que en Chile todavía hay una sociedad que no entiende aún las diferencias entre un diseño de autor y algo masivo, copiado. Tiene también que ver con el valor, supongo, pero de a poco se está entendiendo que el diseño hay que validarlo, valorarlo como tal y yo siempre incorporo esos elementos en mis proyectos y es lo que estamos trabajando también con Demaestría, buscando piezas que permitan trabajar con más elementos dentro de los proyectos a los interioristas.
¿Cuáles son tus metas y desafíos de aquí en adelante?
Qué difícil, uno siempre se va poniendo desafíos, siempre miro hacia atrás y siento que no ha sido suficiente, siento que todavía puedo desarrollar bastante más, puedo aportar más a nivel nacional. Yo estoy muy agradecida con todo lo que he logrado a nivel profesional, a nivel personal también, pero siento que nos falta mucho por avanzar a nivel de interiorismo, de validar y posicionar nuestra profesión y creo que puedo aportar, es también parte de un legado, de lo que vas dejando en la vida. Si uno va sembrando, aportando de manera creativa, honesta, desafiante, eso rinde frutos, siento que las repuestas, los comentarios en redes, la gente que te valora y te felicita es indicador de que algo estás dejando, de que puedes ser una referencia válida para aquellos que están comenzando su camino, es una señal de que vas por buen camino para dejar al interiorismo en el lugar que tú crees que merece estar.
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