La artista visual chilena Catalina Baraona Molina explora la esencia de la flora nativa de su país a través de su pintura, estableciendo un diálogo entre su hogar y su nueva vida en Madrid. Con un estilo que fusiona el realismo expresivo y elementos culturales de distintas tradiciones, Catalina transforma su experiencia migratoria en una celebración de la naturaleza y la diversidad artística.

La vida de la artista visual Catalina Baraona Molina es un viaje que entrelaza la esencia de la flora nativa chilena con la cultura y las experiencias de vida, un recorrido que ha tomado un nuevo rumbo desde su llegada a Madrid en agosto de 2024.
A sus 32 años, Catalina ha decidido sumergirse completamente en el mundo del arte, dejando de lado su faceta docente para dedicarse a la creación de obras enfocadas en flores endémicas chilenas.
Su historia no solo es la de una artista, sino la de una exploradora de la naturaleza y la cultura, que ha encontrado en las flores un medio de expresión profundo y significativo.
Desde su infancia en Santiago de Chile, Catalina ha estado conectada con el arte. «Desde muy chica, lo artístico siempre ha tenido un lugar especial en mi vida», comparte.
La libertad de crear, experimentar y contemplar fue un regalo que recibió desde pequeña, algo que ha moldeado su carácter y su pasión por la expresión artística. Esta conexión con el arte se ha mantenido a lo largo de su vida, convirtiéndose en una parte integral de su identidad.
La elección de pintar flores es un reflejo de su fascinación por la naturaleza. Sin embargo, su interés no se limita a cualquier tipo de flor; Catalina se siente especialmente atraída por la flora nativa y las flores silvestres, aquellas que encuentra en su hábitat natural.
«Esa búsqueda de la flora nativa es como un tesoro», dice.



Al pintar estas flores, busca capturar la esencia y el carácter que proyectan, un proceso que le permite dar continuidad a sus sentimientos y sensaciones.
Pero, ¿cómo logra encontrar inspiración en un lugar tan distante de su hogar? La respuesta de Catalina es clara: la memoria y la experiencia son sus aliadas.
Aunque se encuentra en Europa, el contacto con la naturaleza chilena sigue vivo en su imaginario. «La memoria mantiene vivo mi imaginario y experiencias, que se entrecruzan con nuevas influencias», explica.
Madrid, con su rica historia y cultura, se convierte en un escenario estimulante para su arte. La ciudad, impregnada de mitología, esculturas y museos, le ofrece un nuevo contexto para explorar su creatividad.
El estilo de Catalina es difícil de encasillar, pero ella lo describe como «realismo expresivo». Sus obras son retratos de flores que buscan transmitir la esencia de cada una, desde su frescura hasta la potencia de sus colores.
La elección del tamaño y el formato es fundamental para ella, ya que busca que sus obras invadan el espacio y muestren la vitalidad de las flores. Recientemente, ha incorporado elementos del arte japonés, como los noren, cortinas colgantes que aportan una sensación de movimiento y fluidez a su trabajo.
Esta fusión de influencias culturales refleja su deseo de establecer puentes entre diferentes tradiciones artísticas.Las técnicas que utiliza varían según la temática y el momento.
Desde la pintura al óleo hasta el dibujo a pastel seco, Catalina se interesa por los pigmentos puros, que descubrió en un viaje a Marruecos. La búsqueda de colores intensos y la creación de su propia pintura son parte esencial de su proceso creativo.




«Me encanta trabajar con colores en estado puro», dice con entusiasmo, mostrando su dedicación a la calidad y la expresión en su obra.La decisión de migrar a España no fue solo una aventura personal, sino también una oportunidad de crecimiento artístico.
«Decidí que para mí sería un tiempo de aprendizajes, sin estudios académicos, sino que explorando y desarrollando nuevas cosas relacionados al arte», comenta.
Desde su llegada, ha enfrentado el desafío de hacerse conocer en un nuevo entorno, pero las oportunidades han comenzado a florecer. Ha expuesto en una galería y está preparando una nueva muestra en una encantadora cafetería, además de tener la emocionante oportunidad de exhibir su obra en París.
La vida en Madrid ha sido una experiencia enriquecedora para Catalina, quien encuentra inspiración en cada rincón de la ciudad. La mezcla de culturas, la historia y la belleza del entorno han alimentado su creatividad y han contribuido a su crecimiento como artista.
A través de su trabajo, Catalina Baraona no solo celebra la flora nativa de Chile, sino que también establece un diálogo intercultural que enriquece su obra y la invita a explorar nuevas dimensiones de la creatividad.
En un mundo donde el arte puede ser un puente entre culturas, Catalina se posiciona como una artista que, a través de sus flores, nos invita a contemplar la belleza de lo natural y a reflexionar sobre nuestras propias raíces. Su viaje es un recordatorio de que el arte no solo se trata de crear, sino de conectar, explorar y celebrar la diversidad del mundo que nos rodea.
A medida que Catalina continúa su travesía en Madrid, su obra promete seguir floreciendo, llevando consigo la esencia de su Chile natal y las influencias de su nueva vida en Europa.
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