La vida en los núcleos urbanos ha hecho que dispongamos de menos tiempo para disfrutar de un entorno natural, por esto cada vez son más las personas que están buscando conectar con la naturaleza dentro de sus hogares y en medio de esta búsqueda la arquitecta penquista Mariela Offermann descubrió una alternativa innovadora y además ligada al arte.
Muros Vivos, se llama el emprendimiento de esta profesional que, en resumen, son jardines verticales en pequeños formatos realizados con plantas preservadas a través de un proceso químico y ecológico.
“La idea fue hacer jardines verticales que no requirieran mantención. Las plantas estabilizadas o preservadas no necesitan ningún tipo de riego ni poda. Son plantas y flores que estuvieron vivas y que, en su momento de máximo esplendor, pasaron por un proceso de preservación reemplazando la salvia por glicerina. Esto permite que la planta mantenga su textura, color, y su aspecto natural, pero realmente no está viva”, explica Mariela.
“Los usos de estas plantas, son infinitas, me permiten realizar objetos nuevos, composiciones diferentes y originales en cualquier espacio interior, pero antes que artista, soy arquitecta, y eso marca una diferencia a la hora de diseñar un objeto. No es el objeto en sí mismo lo que me inspira, sino el efecto e influencia de ese objeto en el espacio”, aclara.
Pero el recorrido hacia esta solución creativa fue largo.
DE LA ARQUITECTURA A LA NEUROCIENCIA
“Me titulé de arquitecta, el 2005 de la Universidad de Concepción y ese mismo año me fui a Barcelona, a la Politécnica de Cataluña a hacer un postgrado en valoración inmobiliaria, urbana y ambiental. El tema ambiental para mí fue lo más interesante”, cuenta.
“En esos años, en España los arquitectos estaban haciendo estudios sobre cómo el ruido impactaba concretamente en el valor de mercado de un inmueble. Es decir, el silencio tenía un valor, como así lo tiene la vista a un parque. Me quedé con eso”, recuerda entusiasmada.
Pronto volvió a Concepción, pero no a dedicarse a las tasaciones, sino que a hacer lo que a ella le gustaba, que era la arquitectura y el diseño.
“Después de años trabajando en Arquitectura, y en grandes proyectos inmobiliarios en Concepción, descubrí que no sólo había preocupación de los arquitectos sobre los efectos económicos de estas variables ambientales sino también desde la óptica de la Neurociencia, en cómo estos elementos podían influir en el funcionamiento del cerebro, en nuestra conducta y como podían utilizarse en el diseño del espacio y mejorar la experiencia sensitiva de las personas”.
INSPIRACION BIOFÍLICA
Los trabajos de Mariela Offermann pueden considerarse sin temor como verdaderas obras de arte, que a veces trabaja a través de bosquejos previos como buena arquitecta o bien deja fluir su imaginación en comunicación con estos objetos de la naturaleza. Pero además tiene como objetivo entregar bienestar.
“La Neuroarquitectura trabaja con la biofilia, que es la conexión innata del ser humano con la naturaleza. Los muros vivos y las texturas biomórficas traen beneficios a la forma en que sentimos, trabajamos y creamos, mejoran las funciones cognitivas, controlan el estrés, aceleran la curación de los enfermos, aumentan la productividad y el bienestar en general”, explica.
“Los muros o cuadros con plantas, así como una fachada biomórfica de un edificio, son una representación orgánica de la naturaleza. Cada cuadro es un objeto análogo de una vista a un paisaje en su estado natural, con colores, formas, secuencias y patrones presentes en la naturaleza, que se manifiestan como arte”, cierra Mariela Offermann, la arquitecta que nos revela con su trabajo que la naturaleza no es una tendencia, es nuestra esencia.
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